sábado, 24 de enero de 2009

Nacer muriendo

Hola Pedrito, Pedro.
Te escribo deseando que estas lineas no te lleguen nunca; si es así es que ya ha pasado suficiente tiempo como para que lo entiendas todo, que nunca he estado ahí pero es lo que más me hubiera gustado. Ahora mismo faltan unas semanas para que nazcas, y según los médicos existe un gran riesgo para los dos. Nunca les he hecho caso porque te necesito, quiero verte conmigo aunque ello represente jugárselo todo a una sola carta.
Seguro que te han asaltado muchísimas preguntas todo este tiempo y nadie te ha podido dar respuestas. Para empezar por qué tu madre te puso de nombre Pedro. Verás, así se llama o llamaba tu padre. Aunque las circunstancias hicieran que nunca pudiéramos llevar una relación normal y corriente has de saber que nos quisimos muchísimo, que todo a nuestro alrededor prendía cuando nos acercábamos. Que con solo mirarnos podíamos saber qué pensaba el otro. Supongo que el hecho de que Pedro estuviera casado impedía cualquier acercamiento a la normalidad. Pero aun así fuimos felices. Tan solo estuvimos juntos un par de noches, pero si me estás leyendo el resultado fue extraordinario: eres todo el amor que fuimos.
Por miedo a truncarle la vida nunca le dije que estaba embarazada. Desaparecí de su vida, de mi vida y me marché de Barcelona. Desde aquella noche nunca he dejado de pensar en él, y sé que aun la distancia seguimos deseándonos el uno al otro.
Si me estás leyendo es que los médicos tenían razón y no he aguantado el parto. Seguro que sales a tu padre porque me han dicho que eres enorme.
Es curioso, aun no has nacido pero ya te pido un favor: vuelve a Barcelona, busca a tu padre, dile quien eres y sobretodo dile que le quise, le quiero y si no le querré más es porque morí.

La habitación es tan gris como estéril, sin detalles, sin vida. De hecho la única vida que hay dentro es la del propio Pedro. Y a sus pies llace ella, estirada, blanca; parece tranquila, como si la noche anterior no hubiera sido protagonista de una guerra por dar luz a su propio hijo. Muestra una sonrisa relaja, como si supiera que su Pedrito está libre de peligro.
Pedro ha acabado de leer la carta y se sienta en el sillón que hay en una esquina. Está profundamente aturdido, agotado. No entiende cómo ha llegado allí. Por primera vez en su vida se siente libre para estar junto a ella; sin embargo la sabe más lejos que nunca.
No hay vuelta atrás.

Pican a la puerta y entra un doctor que sin mirarle a los ojos se presenta. Detrás de él ha entrado una enfermera joven que no disimula su gran curiosidad con unos grandes ojos.
-Buenos días, soy el Doctor García. Cómo se encuentra?
-Pues... no sabría decirle...
-Entiendo que se encuentre un poco aturdido, la experiencia es realmente fantástica.
-Fantástica? Lo único que sé es que he encontrado a la mujer que amo y está muerta en esta cama.

-El parto fue realmente duro. Ha de saber que llevar a término un embarazo de sus característica es físicamente imposible, pero a veces existen milagros.
-Qué características? Doctor... explíqueme!
-Vamos a ver... realmente usted no se acuerda de nada?

-No, no sé ni por qué voy con un pijama del Hospital.
-Es difícil de explicar. Tengo una gran experiencia pero en la vida había asistido a un caso parecido. Hace dos días su... la señorita Blanch ingresó con un trabajo de parto muy avanzado. Después de varias horas se le tuvo que practicar una cesárea pues era incapaz de continuar con un parto natural. La operación se complicó y la señorita Blanch falleció por un shock hipovolémico. Y... aquí está usted.
-Cómo que aquí estoy yo? Cómo llegué?
-La señorita Blanch le dio a luz. Usted es su hijo.

Pedro se le queda mirando, incrédulo. Su memoria, los años vividos amándola en la sombra, sus recuerdos... todo contradice las palabras del médico. Es imposible, cómo ha acabado de nacer si incluso la enfermera es menor que él?
-Mire, debe ser una broma o estoy fatal de la cabeza, pero ambos sabemos que no puedo haber nacido hace unos horas. Pero no me ve? Acabo de descubrir que la mujer que amo está muerta y además esperaba un hijo mío!
-Entiendo que parezca increíble; yo mismo le he dicho que es fantástico. Por eso mismo me gustaría que se quedase ingresado para estudiar su caso. No cabe decir que podrá disfrutar de todos los recursos del Hospital.

La enfermera que había estado en un segundo plano no puede continuar conteniéndose y salta:

-Pedro, usted la quería, verdad?
-María, a qué viene ésto?
-No se da cuenta? La vida le ha dado una segunda oportunidad. No podía seguir viviendo lejos de ella, y ella se ha sacrificado por usted.
-Ya, pero ahora... yo no puedo seguir viviendo sin ella.

A Pedro solo le queda la carta, solo le queda buscar al otro Pedro, el que vive en la ignorancia, y decirle quién es él y recordarle quién fue ella. La mira por última vez; sigue sonriendo, sigue siendo la mujer que le ofreció todo su amor y quien le ha dado la vida.

sábado, 10 de enero de 2009

Teleparo

Pulse o diga uno si percibe que respira; dos si no respira.
Uno, UNO!
Por favor, repita su respuesta: uno si percibe que...
Uno, joder, UNO!
Ha elegido que no respira. Pulse o diga uno si han pasado menos de 5 minutos; dos si han pasado más de 5 minutos; tres para más de 10 minutos; pulse cuatro si no lo sabe.
(Todo ha pasado muy rápido, pero creo que...) Tres.
Teclee o diga el número de la edad del paciente.
Tres, tres, (y con los nervios) tres.
Ha elegido 333 años. Lo lamentamos mucho pero debido a la edad avanzada del paciente no hay nada que hacer. Para contactar con pompas fúnebres pulse o diga uno, para...
Me he equivocado! Ostia, ostia... que solo tiene 33 años! Oiga, oiga?
Ha elegido opción tres, donación de órganos.
Que no he dicho nada! Pero qué hago yo hablando con una puta máquina?
Buenos días, ha contactado con el servicio de donación de órganos del Hospital Provincial. En breves momentos le atenderá un comercial.
Cómo llamando al teleRCP he acabado aquí?
Buenos días, no se retire.
Oiga? Que no sé si está vivo! Oiga?
Su conversación va a ser grabada por motivos de seguridad...
Me parece perfecto, pero me podría volver a poner con los de paros? pero no una máquina, si no un profesional.
Ui, eso va a ser difícil, en estas fechas y con la escasez de profesionales de la salud han tenido que poner este programa informático; en cambio, ya ve, de comerciales...
Que me ponga con la puta máquina, joder, que tengo a mi hijo muerto!
Pues si está muerto, puede estudiar la posibilidad de donación de órganos? Es que verá, me pagan por comisiones, no por horas...
Oiga, yo solo quiero que me asistan para reanimarlo, no para donarlo!
Muy bien, ahora le paso otra vez con el departamento de paros. Pero si la cosa no sale bien... por favor, llámeme a este mismo número.
Dios...
Buenos días, usted o un acompañante han sufrido un paro cardiorespiratorio. Si desea reanimarse o reanimarlo pulse o teclee uno.
Uno.
Pulse o diga uno si percibe que respira; dos si no respira.
(...)

Mierda, me he quedado sin batería.

sábado, 3 de enero de 2009

Retrasarse

Había sido uno de esos días en que pasas revista a tu vida, que recuerdas cada uno de esos grandes momentos, cada logro, cada gesta. Estaba en la fiesta sorpresa de su cuadragésimo cumpleaños viendo un pase de diapositivas de todas las fotos que su familia había podido conseguir.

Ahí estaba con una bata de colegio entre varios niños, posando con todo el equipo de baloncesto, con su primer premio literario, con sus primeros amigos del bachillerato adolescente, en fiestas con sus diferentes novias, con su primer coche, con una orla tras graduarse en la facultad; y también estaban las más recientes relacionadas con su mujer, sus viajes y sus tres hijos. Se podría decir que su vida había sido tan exitosa como esperada. Una vida de folleto que te proporcionan al nacer cuando vas a una tienda donde venden vidas.

Al acabar los cinco minutos en imágenes de toda una vida a Tomás le pasan un micrófono y alguien pide que hable. Mira sin ver, está mucho más nervioso que cuando tiene que hablar en las mesas ovaladas de la empresa. Esta fiesta le ha emocionado realmente, le ha hecho darse cuenta de todo lo que tiene. Seguro que entre los presentes la gran mayoría querría cambiarse por él.

De su boca salen a penas dos letras cuando suena el timbre de la puerta. No puede ser nadie, pues todos están dentro. Él mismo abre la puerta a un mensajero que le entrega una carta del Ministerio de Sanidad. No se da cuenta que lleva aun el micro en la mano cuando empieza a leer:

"Rogamos póngase en contacto con su médico de cabecera tan pronto como sea posible pues se le ha detectado un retraso mental importante que quizás lleve consigo desde que nació, pero por razones desconocidas nadie nunca ha detectado."

Al acabar las últimas palabras Tomás se queda con los ojos perdidos en el horizonte de amigos y familiares estupefactos. Sus caras son un poema, nadie dice nada, todos se acaban de enterar que su gran amigo, su padre, su esposo, incluso su amante, es retrasado mental. Pero ¿cómo nadie se ha dado cuenta? ¿Cómo ha alcanzado una vida llena de éxitos? ¿Es que nadie lo conocía realmente?

Tomás mira buscando refugio en sus padres y su mujer, pero ha perdido ese brillo en la mirada; posee esa dejadez expresiva que denota que algo le falta, que no es una persona como las demás. Él mismo se da cuenta, e intenta esconderse tras una lámpara que espantada cae al suelo con gran estruendo. Arrastrado por el cable se lleva consigo el paragüero y el perro que también estaban alucinando acordes con el grupo.

A unos metros su jefe y mentor no sale de su asombro. No entiende cómo pudo ascender a una persona que claramente no reune las condiciones necesarias de liderazgo empresarial. Igual el día a día, el apellido, la burocracia y el boca a boca jugaron a favor de Tomás. Un sudor frío le recorre la espalda al pensar en el lunes siguiente al tener que rendir cuentas al consejo de administración. ¿Cómo pudo poner al frente a un retrasado mental?

Justo al lado se encuentra Luisa, su última amante, no deja de negar sigilosamente con la cabeza. Si lo que más le atrajo de él fue su ingenio, su perspicacia, su inteligencia! Si ni siquiera era guapo! ¿Cómo pudo acabar con un retrasado mental feúcho y además casado?

Justamente su esposa se veía inundada por el futuro inminente de tener que cuidar a sus tres hijos sola además de un retrasado mental profundo. Ahora que lo pensaba entendía todas esas situaciones donde sus discusiones acababan con un "imbécil· o "estúpido" y él ponía cara de no saber qué estaba pasando. Le irritaba sobremanera que esas broncas no tuvieran un final normal con un jarrón roto o portazo. Sus amigas le decían que Tomás era un supermarido con una paciencia extrema, que tenía mucha suerte. ¿Suerte? ¿Suerte de no haberse enterardo que estaba durmiendo con un imbécil ni siquiera cuando dejó de estar enamorada?

Tomás miró a todos. Aun seguían paralizados. En cambio él fue levantándose del suelo poco a poco, y a medida que se incorporaba a su nueva vida dejó de preocuparse de si era un buen padre, si su rendimiento en la empresa era satisfactorio, de tener que pagar todos esos impuestos y letras, dejó de preocuparse de tener que esconder sus infidelidades, de acontentar a su mujer. Sus preocupaciones se quedaron atrás, en la carta de sus manos.

Y entonces, a sus cuarenta años y por primera vez en su vida, su corazón sonrió y entendió la felicidad de la tranquilidad
.