jueves, 11 de diciembre de 2008

La sangre del silencio

Marco su número desde lo más profundo de mis recuerdos. Sale solo. Sale aunque no quiera.
Suena varias veces; una antes de que cuelgue lo coge. No dice nada. Su silencio es una forma de preguntarme qué quiero, de mostrar su indiferencia y de decirme que acabe cuanto antes.

-Hola.
-Hola.
-Si estás ocupada te llamo más tarde.
-Más tarde estaré igual de ocupada; dime.
-No... solo quería hablar contigo, de saber qué...

Otro silencio: más corto en tiempo pero más duro si cabe que el anterior. Me doy cuenta que desde hace un tiempo dice más cosas callando que hablando. En cambio yo cada día utilizo más palabras y ya no sé qué decir. Quizás este sea el problema, que nuestras palabras nos alejan a cada uno a un lado de nuestras vidas.

-Ahora no puedo hablar, lo siento.
-Te llamo luego, entonces?
-Me has de decir algo concreto?

-Eh... bueno, nada especial, solo que necesito hablar contigo. Vamos, que me apetecía, y he pensado que quizás tú... bueno, que también tendrías ganas de charlar un rato.
-Te hubiera llamado, no crees?
-Como estás tan ocupada a lo mejor se te ha pasado.

Un silencio más. No salen palabras de su boca, o a lo mejor el ruido desgarrador de su afilada mano arrancándome el corazón borra cualquier sonido que pueda escuchar.

-De acuerdo, entiendo. Otro momento será. Que sepas que estoy por aquí.
-Vale, adiós.
-Adiós.

Un último silencio.
Éste ya dura años.

No hay comentarios: